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viernes, 2 de abril de 2010

Reflexión 14

Tengo la mente dividida entre análisis discursivos y un sentimiento apenado debido a la película que visto esta tarde: "Sometimes in April" que trata sobre el genocidio ocurrido en Rwanda hace este mes 16 años. Si bien es cierto que mientras esto ocurría yo estaba celebrando mi tercer cumpleaños, el cual a día de hoy tengo asociado a una hermosa foto en la que muestro orgullosa tres deditos de mi mano izquierda, no puedo evitar sentir cierto remordimiento al no haber sabido acerca de ello hasta hace unos meses cuando vi la película de Hotel Rwanda. La salida más fácil, cómo no, es culpar a la LOGSE como de costumbre, pero vaya, que yo también podría haber, digamos, tomado la justicia por mi mano como he hecho con tantas otras cosas y molestarme en averiguar que 800.000 personas fueron asesinadas en 100 días en un país de África que sólo había mencionado un par de veces en mi vida cuando en segundo de la ESO nos hicieron estudiar todas las capitales para repetirlas como papagayos en un examen en el que el grueso de la población nos conformábamos con 5... un 4,5 si se me permite arañar un poco con lo de las medias y esas cosas.
Pero tarde o temprano ha de producirse esa transición vil hacia la vida intelectual, o esta otra hacia la estupidez más absurda de tipos que se creen superiores y aparentemente más graciosos, como si eso fuera una cualidad que merezca ser admirada (esto es otra historia, pero necesitaba liberar algo de bilis). A lo que voy, que a veces, aunque no sea conscientemente tenemos demasiada confianza en el ser humano individual... Y esto lo aplico tanto a mi cómoda vida de estudiante universitaria de clase media alta, como a lo ocurrido en Rwanda (- ¿Rwanda? - ¡Kigali!). En las dos películas que he visto sobre el tema, aparecen individuos pidiendo ayuda a otros individuos con resultados decepcionantes; en especial en respecto a los burócratas que con su poder de semidioses también volvieron, y parafraseo el guión de Hotel Rwanda, cómodamente a sus cenas. A pesar de todo, es claramente comprensible, porque "Rwanda no vale un voto para ninguno de ellos". Supongo, que del mismo modo que no valía mucho más de una décima en el examen de la LOGSE, porque vaya, además puede que no caiga. No hay cosa más injusta que tratar como iguales a los que no lo son. Seamos realistas. Ignorando diversas teorías filosóficas que a estas alturas deberían estar más que incrustadas en mi mente, diré que existe alguna que otra verdad, y ésta es que los discursos producidos con los que los mencionados semidioses se llenan la boca son usados sin remedio por los pobres mortales para construir, connotativamente, el sueño de la realidad en el que cosas como la de Rwanda nunca han ocurrido, porque no cabe la posibilidad de que me suceda a mi.

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