No, no soy sociable. No me gusta. No me gusta lo que hacen. Se quedan en un mismo lugar, un par de ellos hablan y los demás asienten con la cabeza. No negaré que sin duda observar su comportamiento es, como poco divertido, a veces inquietante. Tantas cosas extrañas, comportamientos y pautas predecibles. Yo los veo a todos ellos inertes en este sueño, dormidos mientras yo observo y vivo. Yo, vivo el sueño despierta y busco más ojos que miren. Y mientras sueño, te culparé despierto por haberme traicionado.
A veces me frustra tanto no poder expresarme, me muevo a la redonda con esperanzas e ilusiones que he domesticado para que no se rompan. No dejo que nada ajeno a mi me rompa, ni me dañe. Me alegro de las personas que no presentan pautas normales, aplaudo a quien está loco, pero loco de verdad, no estúpido. Me compadezco de aquellos de mentalidades estrictas y futuros escritos. Pero, tanto esa verdad inexistente como los hechos y las cosas, son las mismas para todos. Todos hemos amado, sufrido, llorado, peleado y gritado.
Pero desde diferentes perspectivas. No puedes pagar ojo por ojo, porque la extirpación no durará lo mismo, ni será igual de dolorosa. Puede que más, puede que menos.
La diferencia radica en el hecho de afrontar las cosas. Cómo uno se encara a su vida. Cómo decide despertar. Pero despertar no es un hecho premeditado, sin duda, vosotros no sabéis que estáis soñando, y todo queda reducido a la primavera que nosotros mismos nos inventamos.
Y eso es todo, me resisto a seguir enseñándole al amor más tácticas de guerra. Porque no merece la pena si no somos humanos. No me considero parte de una especie en la que el 98% de la gente no existe. Pienso sinceramente, y nunca mejor dicho, en el gran descartes cuando se le ocurrió decir:
cogito, ergo sum.
Aunque no puedo decir con seguridad que fuera brillante.
No, nunca he hablado con él.
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