Bad Romance

Aunque alguna vez he tenido algún que otro comportamiento romántico siempre se ha tratado de cosas puntuales, no es un comportamiento que me guste ni que me sienta cómoda realizando y mucho menos aún siendo el objetivo de un romántico empedernido.

De todos modos, echad un ojo a este texto:

- Sé que puede parecer que bromeo porque tengo la cara llena de pastel, pero no hay nada que me haga más feliz que estar a tu lado.

- ¿Sabes qué canción he oído hoy por la radio?

- ¿Cuál?

- Una canción de John Lenon. No recuerdo el título, pero hablaba de las cosas en las que cree la gente y decía ‘No creo en Jesucristo, no creo en la Biblia, no creo en Buda’ y cosas así, Hitler, Elvis, ya sabes. Y al final concluía ‘No creo en los Beatles, solo creo en mí, en Yoko y en mí’. Me dejó de piedra porque… bueno, pensarás que es una bobada, pero me parece que eso es exactamente en lo que yo creo.

- ¿En Yoko Ono? – preguntó ella riéndose.

- No. No en Yoko Ono. Creo en nosotros, en ti y en mí.

Después de todo quién puede negar que eso es bonito. Me sentiría incomodísima si alguien se dignase a dirigirme unas palabras parecidas, pero me gustaría.

El caso es que siempre me he quejado de tipos románticos que bailaban a mi alrededor con un permanente te quiero en los labios ¿Y sabéis de qué me acabo de dar cuenta? Que eso es románticismo de plástico. Que no quiero flores, ni peluches, - chocolate quizá no lo rechace - ni quiero que me amen para siempre. Y Darwin - brazos y cabeza inclinados - dirá lo que quiera, pero una promesa de amor no-eterno es lo más romántico que han hecho nunca por una servidora.