Está bien, lo asumo. Todos nos mentimos a nosotros mismos y a veces inconscientemente, porque sí, la imaginación juega malas pasadas. Y te convences de que controlas el destino, de que planeas las cosas y las alcanzas. Mentira. Yo misma puedo influir en el hado. Pero no puedo elegir cuando caer, ni cuando flotar en mi espacio de abstracta abstracción.
El pensamiento evoluciona y nos lleva de la mano. Nosotros mismos nos juramos nuestro destino, nos prometemos ser files a ciertos principios y propuestas proporcionales a nuestro universo de arena. Y seguimos evolucionando.
Refléjate. Refléjame. Recemos para estar a la altura. Porque (dios?) ha hecho un pacto conmigo, y contigo. Una fuerza poderosa nos empuja en cierta dirección. ¿Me salvas o condenas a la evolución?
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