Creo que al fin y al cabo me he dado cuenta de porqué hay tanta disparidad de opiniones en las recomendaciones que me hacen y opiniones acerca de mi: La gente es incapaz de alcanzar consensos. Ese grupo demográfico denominado adultos al que ya no sé si pertenezco o no, se empeña en encerrarse a discutir cosas sobre las que no acordarán nada, y en la fortuna de que lo consigan, la conclusión será que tienen que alcanzar un acuerdo. Fuera de bromas, en más de una ocasión he visto cómo ésta era la resolución alcanza, totalmente verídico.
Y claro, pensamos que ya no son/somos capaces de llegar a acuerdos entre nosotros, siempre nos quedará el interior, en el que nos diremos orgullosos nuestras ideas claras y concisas. Error.
Hace poco he vivido con desconcierto cómo una persona que repetidas veces había resaltado una cualidad de mi persona ante mi presencia, me decía que poseía exactamente la cualidad contraria solo por un pequeño error de cálculo. Por autoestima y estadística, diré que prefiero seguir confiando en el primer veredicto a este respecto, digo yo, que será más fiable una cosa que dijo siete veces, que la que dijo una. Pero esto me ha hecho reflexionar: Al principio mi reacción fue de rechazo hacia la persona, ¿cómo osaba decirme eso? Qué mentirosa.
Lo cierto, es que una vez mi ánimo se hubo calmado llegué a la siguiente conclusión: los adultos tampoco son/somos capaces de llegar a acuerdos con nosotros mismos, y evitando toda presunción de maldad innata, lo que me dicen todas esas personas son solo pensamientos fluctuantes que traspasan su cerebro y se escapan por su glándula pineal. No le dan importancia. Y esa es la moraleja de hoy: antes de dar importancia a algo que os digan, pensad si esa persona le está dando importancia. Si la respuesta a esta segunda cuestión es no, olvidad para siempre lo que os haya dicho.
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