Quizá esto no sea lo más apropiado que puedo decir en un momento tal que este dada mi carrera y ciertos acontecimientos que hoy han tenido lugar, pero es debido a todo esto que he realizado la siguiente reflexión: La tecnología no es mi amiga, y no hablo solo de los pantallazos azules.
¿Debería serlo? Vale. No estoy diciendo que sea mi enemiga, no la odio, la aprecio dentro de una medida lógica y bastante sana para mi punto de vista. Tenemos una especie de relación simbiótica, yo la utilizo para lo necesario y ella pues se deja amablemente utilizar, digamos, en la mayoría de los casos. (A pesar de que como todos nosotros, coge rabietas y decide dejar de colaborar con la práctica simbiosis en el momento menos oportuno).
He de admitir que, me imagino que al igual que todos vosotros, no sería capaz de vivir a estas alturas sin todas las facilidades que esto me permite e incluyo el propio hecho de que lo que ahora estoy escribiendo será publicado en la red a una velocidad alucinante y dará oportunidad de leerlo a personas que ni siquiera me conocen, tampoco podría hacer magníficas presentaciones (y no me refiero solo al ppt) ni estar ahora mismo escuchando a Billy Idol, quien se encuentra tan bien situado en mi play-list del spotify (no publicidad intencionada).
Pero, ¿es que una no puede estar nostálgica? Aún sabiendo que en cierto sentido es mejor que se dejen de utilizar los libros tal y como hoy los conocemos debido a todo el costo ecológico que supone, no puedo evitar que me invada una especie de sentimiento romántico que me hace preguntarme (y lo siento por esto, Fukuyama) en qué momento de la historia, desaparecerán por completo los libros tal y como hoy los conocemos y los hemos conocido durante muchos muchos años.
Al menos pensar en todo esto, me ha animado a proponerme escribir más a menudo en el blog, por eso de seguir manteniendo la simbiosis con este mundillo.