Puede que sea extraño decir que la felicidad se regenera a sí misma, pero lo creo firmemente.
Dejar la mirada perdida sobre unas torres de piedra y las luces de los coches,mientras un rítmico ruido acompasa mis latidos me hace feliz. Sólo por eso, solamente porque la felicidad que corresponde al trocito de la vida que me pertenece, es como el ave fénix, que viene y va, que fluctúa y se regenera. Emigra y vuelve en forma de zapatos de tacón.
Pero confieso mi culpa antes de caer en ella: Todo es un truco, una ilusión. Lo ofrezco para no engañar con los vacíos que deja la letra escrita. Mírala bien. Para mí lo estático es la peor forma de expresarse y para sentir he necesitado congelar la realidad, congelando los sentimientos. La ilusión, el deseo, el instinto, ¿de qué sirven si teniéndolos me quitan la voluntad de expresarlos?
En esta última vuelta de tuerca que le ha dado mi vida a la felicidad, miradas, rostros, cuerpos y todo cuanto tú eres acabaron con esa insensible paz que sin dañarme me dañaba y que sin consumirme me consumía.
Y mi mundo vuelve a bailar por peteneras al compás de un corazón arrítmico, mientras el duende que vive en mis ojos continúa chivándose de todo.
Y queda claro, Todo lo que os parezca que ocurre es sólo un sueño dentro de un sueño
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