Sólo he ido para calmarme un poco viendo esa lámpara sucia que tiene usted en el techo, sus frasquitos de salsa, sus licores que ya nadie pide, el movimiento de la escoba barriendo lenta. Me gustaría pedirle un favor, ¿me deja barrer? Debería usted comprarse un piano y tocar para sus clientes. Escuchar a Bramhs en esos momentos sería delicioso. Y me pondría de mejor humor, ¿a quién no?
La realidad me acompaña, pegajosa y adorable como siempre, y me invita a que mis pies se sigan moviendo. Me coge y me dice: mira, imbécil, huele este perfume que los dioses han preparado para ti, se llama “ahora”, huélelo bien.
El presente me suplica más descubrimientos pero mi obediencia no es desinteresada. Hay dolor, habrá dolor. Aunque esto parezca un dulce y sensual tango, no lo es. Si sacas el microscopio verás que se trata de rutina disfrazada, fragmentos de un naufragio anónimo, restos de una caída en esta tarde que tiene forma de botella de oxígeno que algún gracioso ha llenado de barro para mí.